El casco viejo de Peñíscola parece sacado de un cuento. Uno de piratas, con sus blanquiazules calles flanqueadas de murallas, sus imponentes construcciones y hasta artillería.
Comenzamos el recorrido en el Portal de Sant Pere, un arco de medio punto que parece recién construido. Su construcción fue ordenada por el Papa Luna y tiene su escudo inscrito.
Bordeando la muralla encontramos un agujero, es el bufador, un túnel que comunica con el mar. En los días de marejada se puede oír soplar la furia del viento.
Por tanto conviene apretar el paso, así llegamos hasta el Museo de la Mar, donde encontraremos acuarios con peces de la zona, una exposición de artes de pesca y alguna sorpresa más. En la entrada encontramos un cañón siempre alerta por si aparecen los bucaneros.
Continuamos de camino al castillo cuando nos sale al paso la Casa de les Petxines, un edificio de los años 60 cuya fachada totalmente tapizada de conchas es fruto del amor que una pareja de peñiscolanos sentía por el mar que baña la población. Además el escudo del Papa Luna que la adorna es en agradecimiento a Benedicto XIII.
Un poco más arriba encontramos el faro del siglo XVIII, que no se puede visitar pero está rodeado de fantásticos miradores. Frente al castillo encontramos la famosa estatua del Papa, realizada en bronce y que muestra a un anciano pontífice sentado en el trono de Pedro.
En la Batería de Santa Ana y frente a la Plaza de Armas está el Ermitorio de la Virgen de la Ermitana, cuya primera construcción sobre el antiguo cementerio del castillo data del siglo VI. La edificación actual data del siglo XVIII y pertenece al barroco valenciano.
Si bajamos la cuesta nos encontramos con el Parque de Artillería, actualmente un jardín botánico, pero en tiempos un fortín desde el que se protegía a la población con sus baterías de todos los enemigos que llegaban desde el mar.